La incapacidad de escribir ficción

FicciónGeneralmente no recuerdo lo que sueño. Y lo que recuerdo que sueño no es apto para todo público.

El último sueño que recuerdo fue uno en el que mi perro estaba vivo, a pesar de haber muerto unos días antes. Él venía hacia mí y le decía “no estás muerto”, pero yo sabía que sí porque también sabía que eso era un sueño. Tenía ganas de reclamarle a Freud, porque en su libro sobre las ensoñaciones decía que los sueños eran un método que tenía la mente para no olvidar, y que por eso uno no sueña a las personas recién fallecidas cuando acaban de morir. Pero yo soñaba a mi perro. Y además sabía que ese perro que imaginaba no era real. Que no entendía lo que le decía. Por eso fue un sueño inmensamente triste.

Ficción y sueños

Trabajo dando clases de español y literatura en un par de escuelas de regularización. Doy clases de español y literatura. Me encanta dar clases de español, porque a fin de cuentas fue lo que estudié, aunque a los alumnos les cuesta trabajo, sobre todo el análisis sintáctico y la ortografía. Sorprendentemente, regreso a casa más contento luego de dar clases de literatura. ¿Por qué? Yo pensé que sería un reto para mí decirles porqué la ficción es atractiva. Lo que espero que me respondan cuando les pregunto “¿Qué es ficción?” es “cosas inventadas, irreales, que no existen”. Luego les pregunto que para qué perdemos el tiempo estudiando esas cosas inventadas. Eso lo pregunto por una razón particular: al parecer soy incapaz de escribir ficción. Me parece una forma de mentir (y no es que sea un mentiroso para otras cosas). Todo esto lo digo porque sólo me atrevería a escribir ficción si desde el principio de la narración dijera que todo eso se trataba de un sueño. La idea de que en los sueños todo es posible es seductorísima, también el que las cosas ensoñadas sean una expresión del subconsciente.

No es que no me encante la ficción. Siempre confieso que El principito es mi libro favorito, sin importarme que digan que es un libro para niños (el mismo libro es protagonizado por un adulto que conserva algo de niño). Pero hacerlo yo me parece vulgar.

¿Cuál es la respuesta que espero cuando les pregunto a los alumnos por qué perdemos el tiempo estudiando ficción? Siempre me contestan lo mismo. Porque nos gusta. Porque el mundo real no nos basta. Porque nos gusta imaginar un mundo en el que existe la magia o podemos viajar a otros planetas, y menciono a Carl Sagan, el astrónomo que en toda su vida escribió una sola novela de ficción donde se aventura a imaginar cómo sería el primer contacto de la humanidad con seres de otros planetas. También les menciono una frase de la película V de Vendetta: “usar mentiras para decir la verdad”, y que algunas narraciones bien podrían ejemplificarnos algún aspecto de la naturaleza humana mejor que un manual de psicología, como en esa pequeña fábula de la zorra y las uvas, que es perfecta para que el lector entienda el concepto de disonancia cognitiva.

Y lo increíble es que mis alumnos,ingenuamente, me creen.

Frezapatista versus Naconservador

Una crítica fácil a algunos de los chavos que están en la lucha contra las injusticias del país es su hipocresía y superficialidad, del tipo “traigo una playera carísima del Che/Kahlo”, “critico el consumismo desde mi Iphone”, “discuto sobre el destino del país en el Starbucks”. A estos chavos se les llama “Frezapatistas”, y ciertamente son muy ridiculizables, de hecho, dentro de ‘los progres(istas)’ existe un término similar: “el rábano” que es rojo por fuera y blanco por dentro. Me parece injusto que no critiquemos al equivalente del frezapatista de los conservadores: el naco-conservador o lumpenmocho. Tal vez si los describiera lo reconocerían:1150259_10200496859203640_2043149427_n

  • Un naco-nservador siempre odiará todas y cada una de las manifestaciones que obstruyan el tráfico vehicular, sin importar lo justa que sea. Ni siquiera tiene coche, pero como vive a dos horas de la civilización, que una marcha lo retrase una hora más lo enfada infinitamente.
  • Un naco-nservador siempre se considerará por encima del mexicano promedio porque tuvo un abuelo español, alemán o judío. No importa que toda la demás familia haya nacido en un pueblito sin semáforos. Si le preguntan que si es cierto que su otro abuelito hablaba mixteco, lo negarán, aunque a las fiestas de su pueblo sí vayan.
  • Un naco-nservador está seguro de que la gente jodida está en la miseria por floja y porque así les gusta vivir. Dirán que lo que han logrado ha sido a base del trabajo duro, aunque dependan de una pensión (o de sus rentas) y la casa se la estén pelando entre los tíos porque quedó intestada. Todos sus electrónicos los han comprado a crédito.
  • * Un naco-nservador siempre criticará a los críticos de las corporaciones. Quejarse es de mezquinos y los empresarios siempre son personas respetables que nos están haciendo un favor. “Si no te gusta un servicio pues que nada más cambian de compañía y ya, ¿no?” Dicen mientras van al Oxxo a hacer una recarga de $10 a su movistar que para que tenga señal lo tienen que dejar en la ventana.
  • Un naco-nservador cree fervientemente en que todos tenemos las mismas oportunidades de superación, porque tienen un primo que era muy humilde y consiguió un buen trabajo en una Empresa Mamona, y hasta tiene un carrazo. Lo que no dicen es que el primo consiguió el puesto por recomendación, por lamehuevos o porque le tuvieron lástima. El primo, obviamente, nunca les contesta las llamadas y se hace el loco cuando le piden que sea el padrino del nuevo sobrinito.
  • Un lumpenconservador está seguro de que la sociedad está en una espiral de decadencia por la pérdida de los valores familiares tradicionales y de la fe en Jesucristo. Esto lo piensan en la junta de aniversario de Alcohólicos Anónimos del tío que dejó de meterse hasta el dedo a punta de padresnuestros, aunque recaerá cuando su esposa lo deje, se entere de que un hijo ‘le salió gay’, su otra familia se entere de la existencia de su otra familia, o se entere de que su hija la quinceañera está embarazada de un chambelán.
  • Un naco-nservador siempre dirá que sus posturas políticas son producto de una profunda reflexión socio-histórico-económica del país. En realidad son del partido del que son porque tienen un pariente en el partido y chance un día los metan cuando trabajen para el gobierno (y/o les hicieron coco-wash en sus débiles mentes acríticas).
  • Un naco-nservador con trabajo siempre estará listo para decirle ‘vago’, ‘mantenido’, ‘huevón’ y ‘nini’ a todo aquel que se encuentre desempleado. Olvidan que ellos mismos dejaron en algún momento la escuela para trabajar y que nadie les daba trabajo por falta de experiencia, que apenas ganan cuatro mil al mes y que su contrato se renueva cada mes, y así su empresilla out-sourcing los pueda correr en cualquier momento.

¿Tú conoces a algún naco-nservador? ¿Qué opinas de él?

 

RAE, mala. Lingüística, buena

-Ensayo sobre la demonización de la norma-Grammar_Nazi_Icon_Text.svg

Al iniciar algún curso de lingüística se suele decir lo que la lingüística no hace: no juzga, sino describe. No te dice cómo corregir a la gente, sólo te explica por qué “es diferente”. Te enseña que la lengua hablada está por encima de la que se escribe, y que los lingüistas no son la Gestapo de la ortografía. Incluso te dice, y para alivio de muchos, que “haiga” e “hicistes” son formas muy comunes y que no somos nadie para hacer juicios de valor al respecto. Luego empiezan a creer que los de la Real Academia son unos ancianos obtusos con mentalidad añeja cuya única función es juzgar el habla de mortales con el hiriente hierro de lo “incorrecto”. Su ridículo eslogan “Limpia, fija y da esplendor”, parece de detergente para pisos (y este es el chiste que se contará cada año en el curso introductorio). Luego acaban por tratar como apestado a todo lo que huela a “normativo”, que, en su mente libertaria, equivale a autoritario: el lingüista, el héroe, es un contestatario del lenguaje, defensor de las formas innovadoras y paladín de las hablas marginales.

Sin duda el desprecio hacia el esnobismo cultoide de muchos académicos está más que justificado: esa gente es pedante y se cree superior a uno porque se sabe palabras domingueras y cita al Quijote, y cree, ingenuamente, que el idioma es un doncella virgen y pura a quien hay que defender apasionadamente (cf. Grijelmo) de ignorantes pelafustanes y barbajanes sin alma que la quieren ultrajar. Ciertamente, a un fonetista no le puede importar menos que “alhóndiga” lleve hache. También es cierto que el lingüista es el responsable de documentar y explicar variaciones que no corresponden a la norma, y que los juicios de valor al respecto estarían fuera de lugar.

Pero ni por todo lo mencionado “la norma” merece la satanización ni el desdén de la que es objeto. Un lingüista está más pronto que nadie a pretextar su desconocimiento de la norma con excusas aparentemente coherentes, como “hice una analogía”, “regularicé el paradigma”, “lo escribí fonológicamente”, “así se usa en mi idiolecto”, “estoy creando una forma innovadora”, “es émicamente irrelevante”, “sigo una norma alterna” o hasta “soy anarcolingüista” y frases similares, cuando en el fondo el “problema” es un simple y humano olvido o desconocimiento de la norma. Pero es más fácil denostarla, con argumentos de los que uno es especialista. De lo que no nos damos cuenta es que quizá un normativista defiende su ideal de lengua con el mismo legítimo amor con el que un alterno promociona su habla distinta. La diferencia está, probablemente, en que la norma está en una percibida “posición de poder”, y que a nadie le gusta que le manden. Pero esta posición de poder no es totalitaria: no hay multas, ni penas carcelarias, ni de muerte para quien desconozca la norma (aunque la humillación de ser exhibido con una falta bien podría equiparársele), ni para quien la viole con conocimiento de causa. Lamentablemente, sí existe una relación entre el uso normado de la lengua y el prestigio, y peor aún, la implantación de alguna norma podría socavar el riquísimo uso del habla coloquial, y hasta se podría propiciar la peligrosa idea de que la lengua normada (como si existiera sólo una) es el único modo de usar la lengua.

Entonces ¿cuál es la postura que un lingüista debe evitar? En la humilde opinión de quien esto escribe, debe recordar que la norma tiene una función: declarar un estándar (de un modo similar al que la ISO tiene distintos estándares internacionales para una infinidad de áreas) y que esto trae más ventajas (en particular la unificación) que desventajas, si se tiene una posición madura al respecto (como la de no atacar a quienes la usan y la promueven en áreas apropiadas –sí en la escuela, no en mensajes de texto-). Y recordar, también, que no saber usar acentos por desconocimiento a nivel licenciatura no tiene ninguna –ninguna, ninguna- justificación.